Luciana Mellado nació el 3 de marzo de 1975 en Buenos Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut. Es Profesora y Licenciada en Letras, por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, así como Magister en Literaturas Española y Latinoamericana, por la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora y profesora en la carrera de Letras de la UNPSJB, en la sede de su ciudad. Colaboró con artículos en publicaciones universitarias arbitradas de Argentina, España, Nueva Zelanda, Chile y Alemania. Además de obtener numerosos premios y becas, participó como expositora y como poeta en congresos nacionales e internacionales. Es la compiladora de dos antologías editadas en soporte electrónico: “Máquina sur. Poesía actual de la Patagonia” (2013) y “Patagonia se dice en plural” (2015). En el género ensayo, en 2010 la UNPSJB editó su conferencia “La Patagonia y su literatura: unidad y diversidad multiforme” y en 2015 apareció su libro “Cartografías literarias de la Patagonia en la narrativa argentina de los noventa”. Poemarios publicados entre 2006 y 2014: “Las niñas del espejo”, “Crujir el habla”, “Aquí no vive nadie”, “El agua que tiembla” y “Animales pequeños”.
XXVII
Este dedo no se mueve más
culpa de una mala espina.
Ahora muevo los otros cuatro
y el del medio se queda quieto.
Le gusta estar solo
como a vos
cuando eras chica.
Este dedo no se mueve más
culpa de una mala espina.
Ahora muevo los otros cuatro
y el del medio se queda quieto.
Le gusta estar solo
como a vos
cuando eras chica.
La siesta
para Andy, cada vez
Crece el silencio
adentro
de las cosas.
La siesta te abraza.
Nadie prende velas
bajo una luz rabiosa.
El único que importa
está durmiendo,
lejos de esta boca
que quiere hablar
está durmiendo.
Bajo el sol excesivo
me falta
que despiertes.
(Animales pequeños)
Tus ojos I
A AndyNada es inocente en este mundo
salvo tus ojos.
Tu cuerpo quemado / incendiado por los años
dibuja dos grandes soles
anillos sabios que te acercan a lo divino.
No exagero, es cierto, todo sobra en mi casa
todo es olvidable
menos los puentes acuosos de tus ojos.
Como aquello que ignoro conociendo
o mejor aún lo insondable de vos.
Te oigo desde lejos.
(Las niñas del espejo, 2006)
IX
también yo te amaba y masticaba la sombra de tu cuerpo
me acercaba a esa sombra con breve salto
porque también te amaba cuando estabas
y te vaciabas de luz sin preguntar mi nombre
ni por qué te seguía
pero también sabía que aquello era el murmullo
amoroso del que está partiendo
porque te estabas yendo entonces
rodabas
como una máquina infalible que deja en el suelo
unas marquitas como pisadas de perros
diminutos / de loros
como cáscaras de frutas invisibles
que dicen no me olvides
que riega / la niña de la albahaca
y la memoria rodando papelitos en el viento
cuando te ibas por la ruta y te quedabas
pegado a los alambrados / a las matas
no me voy del todo me decías
pero yo veía que la mancha de la luna se achicaba
que la luz era plena en lo oscurito
y me olvidaste nomás entre los ojos
bebiendo la pupila un sueño líquido
de tigre ciego que atrapa el color de la presa
y se le olvida entreabierto el otro ojo
que es árbol del follaje acolchonado
por donde el sol retumba en cada salto
que hacia tu sombra el barranco
me incendiaba.
(Aquí no vive nadie, 2010)
también yo te amaba y masticaba la sombra de tu cuerpo
me acercaba a esa sombra con breve salto
porque también te amaba cuando estabas
y te vaciabas de luz sin preguntar mi nombre
ni por qué te seguía
pero también sabía que aquello era el murmullo
amoroso del que está partiendo
porque te estabas yendo entonces
rodabas
como una máquina infalible que deja en el suelo
unas marquitas como pisadas de perros
diminutos / de loros
como cáscaras de frutas invisibles
que dicen no me olvides
que riega / la niña de la albahaca
y la memoria rodando papelitos en el viento
cuando te ibas por la ruta y te quedabas
pegado a los alambrados / a las matas
no me voy del todo me decías
pero yo veía que la mancha de la luna se achicaba
que la luz era plena en lo oscurito
y me olvidaste nomás entre los ojos
bebiendo la pupila un sueño líquido
de tigre ciego que atrapa el color de la presa
y se le olvida entreabierto el otro ojo
que es árbol del follaje acolchonado
por donde el sol retumba en cada salto
que hacia tu sombra el barranco
me incendiaba.
(Aquí no vive nadie, 2010)
Un poema de Luciana Tani Mellado en voz de Ingrid Pelicori
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